Dentro de lo leído en el artículo escrito por Begoña Martínez, en donde explicando a grandes rasgos, nos muestra un análisis de la situación educativa en la que vive la comunidad vasca, en donde se han implementado fuertes políticas que van en directa relación de lograr conseguir una educación en que se integre la variedad cultural que es presente en la zona. Siendo este el centro de su investigación, hace un hincapié bastante claro de lo que son las “luces y sombras” de las existentes medidas que apuntan a la integración e igualdad educativa y si estas realmente cumplen con el objetivo por el que se implementan. Llegando de esta manera al punto en el que me gustaría explayarme, en el cual se dedica a mostrarnos el cómo sería su “utopía” de escuela y cuál es la función que nosotros como pedagogos en el futuro deberíamos afrontar, apuntando a un ideal educativo que todos compartimos. De esta manera describiré solo dos puntos de los muchos que advierte que son necesarios para la refundación de una escuela al servicio de la integración y la formación de una sociedad con base en la igualdad:
1) Una escuela como lo plantea la autora, con una función transformadora: a lo que se refiere específicamente en esto, es que, dentro de la sociedad de derechos en la que debemos de vivir en el siglo XXI, en donde estos derechos son reconocidos a nivel de la institucionalidad internacional, como dice la autora, estos “constituyen más un horizonte de promesas a cumplir y de aspiraciones a alcanzar, que una realidad” (2005:18). Es por esto que “hoy más que nunca, formar a ciudadanos capaces de reclamar esos derechos a la vez que de asumir sus responsabilidades” es tan importante, ya que a la par de esto se comienza a lograr “la libertad y autonomía de las personas” (MARTÍNEZ, 2005:18) con lo que se puede lograr la real consciencia de la participación, contribuyendo al ideal humano de conseguir un sociedad más justa. Función que la escuela debe de asumir como primordial a la hora de afrontar la tarea de formar a las futuras generaciones, que deberán transformarse en ciudadanos de un país democrático. Hoy en día la escuela dentro de nuestro marco legal, no busca la formación de un ciudadano racional consciente de sus derechos y obligaciones, sino que apunta a la fomentación de los vicios presentes en nuestra sociedad, enajenado al alumno de la participación y aplicando leyes de igualdad que en realidad apuntan a la desigual y a la segregación de los alumnos, en base a la estigmatización de los alumnos con “dificultades de aprendizaje”. Por esto al soñar con una educación distinta en nuestro país, debemos velar por la transformación de las funciones que la escuela normal debe de cumplir, ya que de esta manera será que cumpliremos con el afán y esfuerzo de logra un cambio de la consciencia colectiva, que comprendemos es necesario para la transformación de nuestra sociedad de vicios a una con valores de igualdad y de justica para todos.
2) Cambio del enfoque y practica Pedagógica: Para lograr un cambio dentro de las funciones de las escuelas deben de haber cambios en el paradigma pedagógico, “en el modo en que observamos las dificultades educativas” (MARTÍNEZ, 2005:18) , hablando claramente de lo que sería un cambio del enfoque de los profesores y la escuela “que sigue mirando a su alumnado como un aprendiz de los contenidos que ella le ofrece y al fracaso escolar como consecuencia de las dificultades de aprendizaje del alumnado, responsabilizándole así de su fracaso” (MARTÍNEZ, 2005:18-19). De ahí que la respuesta no está en el esfuerzo que se le exija al alumno, sino que en el enfoque que le damos a nuestra práctica pedagógica, Martínez dice que “propongamos hacer un cambio radical de enfoque y que dirijamos nuestro visor a un nuevo objetivo” (2005:19): en donde el cambio de enfoque nos permita aceptar realmente a la diversidad más en la práctica que en la teoría. En donde debemos de “ampliar la mirada del alumno” yendo más allá de advertir a los alumnos como personas con una edad particular y un conocimiento específico por aprender, comprendiendo que somos “los docentes, los que con nuestra corta mirada, nos impedimos el poder entender sus intereses, expectativas, conocimientos y comportamientos” (MARTÍNEZ, 2005:19), hablando de este punto de la real relación que debe de tener el profesor con su alumno, en el que debe verse comprometido con la realidad de este y comprendiendo que las dificultades no deben de ser estigmatizadas y encasilladas, si no afrontadas y atacadas en grupos de pares e iguales que tengan mayores o menores dificultades, pero que genere un ambiente de superación y compañerismo con el que se pueda realmente conformar un proyecto de vida y desarrollo de las personas. En donde seamos capaces en un futuro cercano de ver a nuestros alumnos, con “cuantas más facetas sea posible y no solo como aprendiz puntual, sino como embrión del ciudadano con derechos, obligaciones y proyectos, que entre todos los docentes y la comunidad hemos de conseguir que sea. Para lo cual, dispone no del curso y la materia concreta, sino de los 12 años que pasa escolarizado en la etapa de educación obligatoria”. (MARTÍNEZ, 2005:19).
Begoña nos aporta duras críticas pero también nos plantea la posibilidad de la utopía del poder conseguir una escuela distinta, donde se despide de nosotros con un llamado a no abandonar el deseo y aspiración de lograr un cambio tanto en nuestra educación como en nuestra sociedad, dejándonos el particular poema de Galeano:
“Ella está en el horizonte,
me acerco dos pasos,
ella se aleja dos paso.
Camino diez pasos y
el horizonte se corre diez pasos mas allá.
Por mucho que yo camino
nunca la alcanzaré
¿Para que sirve entonces la utopía?
Para eso sirve: para caminar”
Galeano en Martínez, (P. 27)
Fuentes:
Martínez, B. (2005) Las medidas de respuesta a la diversidad: posibilidades y límites para la
inclusión escolar y social, España, Profesorado, revista de currículum y formación del profesorado.
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